
Los periodos de selectividad alimentaria y / o inapetencia durante la infancia y adolescencia son esperados, ya que obedecen a cambios propios del crecimiento y desarrollo. Aunque pueden ser retadores para los cuidadores, durante estos periodos los niños aprenden a autorregular su apetito con base en sus necesidades, a expresar sus preferencias alimentarias, forjar su personalidad a través del poder de la elección y permitirse cambiar de opinión.
Pero analicemos más a fondo ¿por qué suceden estos cambios?. La velocidad en la ganancia de peso y talla no se mantiene constante, y en ese mismo sentido se comporta el apetito. El crecimiento es muy rápido en los primeros 2 años de vida, siendo el primer año mucho más demandante en energía respecto al segundo. Entre los 2 y 6 años de vida hay una marcada desaceleración en la ganancia de peso y talla, de hasta el 75% menos que el primer año de vida, de modo que hace sentido que durante esta etapa sean más frecuentes estos periodos. La etapa escolar, de los 6 a 9 años, es una etapa también de crecimiento lento pero constante, y nuevamente se incrementa de forma significativa la demanda de energía a partir de los 9 años, que corresponde al periodo de pubertad, hasta los 18 años, el final de la adolescencia, sin embargo los hombres finalizarán su crecimiento en la vida adulta joven (21 años).
Las etapas de crecimiento acelerado son críticas para formar reservas de energía y micronutrimentos, precisamente para echar mano de ellas durante los periodos de desaceleración y / o meseta. Son los primeros 1000 días de vida (270 días del embarazo + 365 días del primer año y 365 días del segundo año de vida) los más importantes para estas reservas y para la programación del metabolismo para el resto de la vida.
¿Qué podemos hacer para sobrellevar mejor estos periodos?
1.- Generar el conocimiento en los cuidadores ya que les permitirá anticiparse, normalizar estos periodos, por que son parte de un proceso natural y prevenir caer en los errores más frecuentes que refuerzan las conductas selectivas, como el darles de comer sólo lo que sí les gusta.
2.- Aceptar que hay cambios TRANSITORIOS, que afectan el apetito como la salida de dientes, enfermedades que se autolimitan (resfriados, exantemas, diarreas,etc), adquisición de habilidades motoras que los distraen de los periodos de comer (como el inicio de la marcha ), cambios en sus rutinas (fiestas, vacaciones, mudanzas), entre otros. Pero que una vez que “pasan”, el apetito va a regresar, sin forzar y sin estresarnos.
3.- Tener rutinas; para el baño, para la siesta, para la hora de dormir en la noche, para los tiempos de comida (excepto los primeros 6 meses cuando se ofrece lactancia, ya que ésta debe ser a libre demanda), para el aseo de dientes, para anticiaparlos a los tiempos de comida, para finalizar los tiempos de comida, etc. La atención de los niños y adolescentes mejora cuando la rutina les permite anticiparse a que es lo que sigue en su día a día.
4.- Mantener actividad física estructurada, sobre todo en los periodos donde se desacelera la velocidad de crecimiento de forma natural en los ( 2 – 9 años) , ya que esto confiere un gasto de energía constante que a su vez se traduce a mayor demanda de energía, significando más apetito del esperado.
5.- Fomentar prácticas de alimentación correctas para cada etapa; especialmente la que corresponde a los primeros 1000 días de vida. Idealmente las intervenciones oportunas en nutrición se deben hacer por un nutriólogo perinatal; desde la PRE concepción, durante el embarazo y el posparto (ya sea que la madre ofrezca o no ofrezca lactancia), por un especialista en nutrición pediátrica en los primeros 2 años de vida , infancia y adolescencia.
Los cuidadores que son anticipados a estos cambios, disminuyen el grado de estrés alrededor de su cultura de crianza, sus relaciones de pareja y relaciones con otros cuidadores con los que comparten la responsabilidad, pues les permite tener expectativas reales y compromisos claros para cada etapa.
Dra. María Fernanda González Medina | Pediatra especialista en gastroenterología y nutrición pediátrica.
Referencias
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Brown, C.L., et al. J Behav Med 2020: 43, 587–595.
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Samuel TM, et al. Nutrients 2018: 15;10(12):1992.
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Haymond M et al Acta Paediatr. 2013;102(8):787-796.